Turismo cultural vs turismo de masa

El turismo de masa, o “fordista”, aparece a partir de finales de la segunda guerra mundial, cuando, gracias al desarrollo económico, al mejoramiento de las condiciones de vida, y sobre todo a la difusión de la motorización de masa y al mejoramiento del transporte civil, una ola de gente que nunca se había visto antes se dirige hacia las costas del mediterráneo. Sobre todo la gente nórdica, invadió las costas de España, de la Costa Azul, de Italia, y después de Dalmacia y Grecia, buscando sol y calor. Otros grupos de gente, aunque en medida menor, se registró en los Alpes, donde los turistas buscaban un clima fresco; y en las grandes ciudades europeas, ricas de atracciones como edificios históricos, arte y muchas ocasiones de diversión.
En contraste con el turismo tradicional, que involucraba personas con cultura y educación elevadas, sensibles a los valores histórico-artísticos y capaces de comportarse con discreción en los ambientes visitados, el turismo fordista aparece compuesto por personas de nivel cultural mediocre.
Entre los sociólogos, se desarrolla muy pronto un sentimiento de aversión contra esta forma de turismo: algunos critican sobre todo su mercantilización, es decir, su transformación en industria y comercio; otros en cambio apuntan sus ataques contra las consecuencias del turismo que dañan las culturas locales.
El turismo de masa es entretenimiento, y por eso la mayoría de los productos turísticos han de manipularse y “empaquetarse” para que los turistas queden satisfechos de sus vacaciones. Ello puede llevar a la mercantilización y banalización de la cultura local. Las comunidades locales pueden conseguir ventajas económicas, pero dañando sus modos de vida, sus costumbres, tradiciones y sus valores. Pueden perder su autenticidad y dignidad, “prostituyéndose” en sentido metafórico, y también, muchas veces, literalmente.
Además, el turismo es una actividad que consume recursos y genera residuos. Se trata de recursos naturales de dominio público (bosques, costas, paisajes, aguas) por lo que el turismo puede ser muy invasivo. Por otra parte, esta industria compite con otros usos y necesidades, y necesita alcanzar la supremacía sobre esos otros usos para sobrevivir.
Para obviar a esta desagradable situación, muchos actores involucrados en la industria turística, han puesto en marcha la formulación de un conjunto de idearios que coinciden en afirmar que el desarrollo actual debe hacerse de tal modo que no comprometa las expectativas de desarrollo de las generaciones futuras. Para alcanzar este resultado, hay que planificar la actividad turística de manera tal que esta sea sostenible. Un turismo sostenible, es un turismo en el cual todos persiguen los objetivos de protección y valorización del medioambiente, defendiendo los recursos naturales, el patrimonio artístico-cultural, las tradiciones y los hábitos que constituyen la identidad de un pueblo. Según la formulación dada por el OMT (Organización mundial del turismo) en 1988, el Turismo Sostenible es aquel que atiende a las necesidades de los turistas actuales y de las regiones receptoras y, al mismo tiempo, protege y fomenta las oportunidades para el futuro. Se concibe como una vía hacia la gestión de todos los recursos de forma que puedan satisfacerse las necesidades económicas, sociales y estéticas, respetando la integridad cultural, los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y los sistemas que sostienen la vida.
El turismo cultural, es una tipología de turismo asimilable al sistema “postfordista” o “toyotista”. Fordismo y postfordismo son dos modos de producción y consumo turístico que se implantan hoy en día principalmente en distintos territorios, y representan las antípodas en todas las características que los constituyen:


En la aparición del postfordismo influyen nuevos procesos que afectan al comportamiento de la demanda y oferta turística.
Se trata de factores externos:

  • globalización: incremento de los flujos turísticos internacionales;
  • procesos de descentralización administrativa: competencias en materias turísticas y de gestión ambiental sostenible, que pasan a niveles inferiores de los estados;
  • reestructuración de los sistemas productivos locales y regionales: el turismo se convierte en elemento de dinamización económica;
  • conciencia ambiental: incorporación de los efectos ambientales en la planificación de las actividades humanas;
  • nuevas tecnologías: la revolución de las NTIC;

Y factores internos:

  • nuevos planteamientos en la gestión empresarial;
  • actuaciones públicas para conseguir una mejora de la rentabilidad social del turismo.

El turismo cultural está estrechamente unido a la cultura de una específica región o país, en particular, al modelo de vida, a la historia, al arte, a la arquitectura, a la cocina, a la religión, y a otros elementos típicos de las varias poblaciones en las diferentes áreas geográficas, que contribuyen a crear sus estilos de vida.
El turismo cultural es muy útil en la economía de un destino, porque está practicado sobre todo por personas con ingresos muy altos, y se practica sin sufrir la influencia estacional. Un fluir de visitantes constante durante todo el año, permite una mejor utilización de las estructuras y de los servicios turísticos, y hace posible que no se haya periodos en los cuales se consumen cantidades desproporcionadas de recursos vitales.
Los turistas comunes no son antropólogos, sino consumidores que desean disfrutar de una experiencia turística grata. Buscan un paréntesis en su rutina diaria y, por ello, tienden al sobre-consumo y son poco sensibles a las repercusiones de sus acciones sobre el territorio y la comunidad local. Los turistas culturales, en vez, son más instruidos: quieren entrar en contacto con el entorno y los habitantes del lugar para ampliar sus conocimientos y enriquecer su propia cultura, y por eso son respetuosos del medioambiente y de las costumbres que van a visitar.
Las diferencias sustanciales entre las dinámicas de producción y consumo turístico fordista y postfordista implican un menor impacto sobre el medioambiente y la cultura local con la segunda tipología de turismo, determinando una mayor sostenibilidad de esta actividad, que permite su práctica durante un periodo ilimitado de tiempo.

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